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De cara a la pared y sin recreo

De cara a la pared y sin recreo Cómo un niño de colegio público, trás una de sus tantas travesuras, castigado severamente por su profesora donde más le duele; como la alumna rebelde que intenta escapar de la sumisión a la que está obligada, delinquiendo venialmente contra la propiedad privada de sus compañeros de aula; como el discipulo indomable que pretende prodigar nuevos modos de sufrimiento ajeno, retando a la prosa en diversas misivas dirigidas al viento con ánimo de ofensa verbal; como la insensata pupila desobedeciendo las órdenes de su maestro, en su afán por hacerse un hueco entre una multitud sorda y ciega que no es más que una masa gris de gente sin apellido relevante. Me siento víctima en manos de mi alter ego esta vez. Portadora de infinidad de anécdotas y vivencias que relatar y de las que aprendería de no ser por su carencia de moraleja en la mayoría de los casos.
Necesito ser condenada por un momento a la más extensa de las paredes sin pintura y sin pintadas que le den un toque de color. Deberían cercernar mi libertad de movimientos, esposar mis manos, mis pies, amordazar mi boca y retener mis pensamientos contra mi forma de razonar y hacer un nudo bien prieto para que ni el más fuerte de ellos pueda alcanzar una salida y emerger a la superficie con su efecto laxante concentrado.
Podría saltarme la cena, confiscarme en mi habitación sin salir de esas cuatro paredes del azul del cielo, dormir y no despertar, amanecer en un cuerpo que no es el mío y autoconvencerme de que sigo el camino correcto, sin miedo a cometer el más tonto de los errores. No puedo urgar en narices distintas a la mía sin permiso, ni atropellar las palabras que intento oir de vuestras bocas, con sentimientos confusos que empañen los paisajes que deseais retratar. No soy nadie y nadie quiere ser como yo! No merezco tu respeto, ni tu comprensión, porque ni yo me comprendo... y no lo entiendo, no sé donde está el refugio de las delicias de tu piel para alcanzarlo y reposar la resaca que me produce el beber de tu aliento, porque no te miento, porque me siento indigna de ser tu musa, porque por ser... no soy más que espacio vacío entre tus frases de alivio.

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