De cara a la pared y sin recreo
Necesito ser condenada por un momento a la más extensa de las paredes sin pintura y sin pintadas que le den un toque de color. Deberían cercernar mi libertad de movimientos, esposar mis manos, mis pies, amordazar mi boca y retener mis pensamientos contra mi forma de razonar y hacer un nudo bien prieto para que ni el más fuerte de ellos pueda alcanzar una salida y emerger a la superficie con su efecto laxante concentrado.
Podría saltarme la cena, confiscarme en mi habitación sin salir de esas cuatro paredes del azul del cielo, dormir y no despertar, amanecer en un cuerpo que no es el mío y autoconvencerme de que sigo el camino correcto, sin miedo a cometer el más tonto de los errores. No puedo urgar en narices distintas a la mía sin permiso, ni atropellar las palabras que intento oir de vuestras bocas, con sentimientos confusos que empañen los paisajes que deseais retratar. No soy nadie y nadie quiere ser como yo! No merezco tu respeto, ni tu comprensión, porque ni yo me comprendo... y no lo entiendo, no sé donde está el refugio de las delicias de tu piel para alcanzarlo y reposar la resaca que me produce el beber de tu aliento, porque no te miento, porque me siento indigna de ser tu musa, porque por ser... no soy más que espacio vacío entre tus frases de alivio.
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