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SPA

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He ido a remojar mi manicura francesa en un antro de perversión hídrica en versión marina, o lo que es lo mismo, darle unos baños al cuerpo en una piscina de chorros y jacuzzis. De no ser por la  presión que ejercía la silicona en mi cabeza, estaría en posición de afirmar que aquello se asemeja a un paraiso acuático de los de clase turista (tampoco vamos a tirarnos de la moto y alabarlo demasiado) El look es tirando a ridículo, pero todo sea por no soltar bellos antihigiénicos en esas impolutas y descontaminadas aguas termales. Deberían fabricar gorros efecto peluca para no perder el glamour ni cuando te haces unos largos. Y es que... a quién le sienta bien un gorro de piscina??

El Talasso, todo un complejo de relajación, ubicado en una pendiente ligeramente pronunciada a un lado de la carretera que va a la Guardia, se debate entre la ilegalidad urbanística de su emplazamiento y la belleza de sus vistas al mar. Puede que su construcción haya quebrantado de pleno los ideales ecologístas y pisoteado la Ley de Costas, la de Mares y la de Pastos y Rastrojeras, pero... apuesto a que alguna vez alquien ha compartido chorrito relajante entre las pantorrillas con algún miembro de greenpeace.

Es el lugar idóneo para enriquecerse sin dar palo al agua, ya que es frecuentado por seniles faltos de cariño ávidos de nalgas prietas a las que echar la zarpa, que seguramente tengan la cartera a rebosar y el corazón sin amueblar desde la última mudanza. El asomo de una sonrisa se reflejó en el rostro de un caricaturesco sesentón, de barriga prominente y pelamen blanquecino disperso por su escultural figura XXL, cuando me deslice despistada sobre el asiento de azulejos buscando la combinación de chorros más potentes del jacuzzi. Casi le rozo el muslamen sin darme cuenta, lo que debió interrumpir su estado de embriaguez salina y le hizo despertar de golpe atosigado por esa sensación de euforia incontrolada al sentirse acosado por una joven de pechos perfectos y culito respingón.

No ha sido la misma reacción la de una señora de la 4ª edad, a la que casi meto un pie en la boca cuando nos cruzamos nadando. Su mirada al contrario que la del abuelo feliz, irradiaba flemas de amoníaco hacia mí. Cuanta susceptibilidad!!

Castigué a mi novio unos minutos en el baño turco. El pobre casi se queda en el pellejo, entre el vapor de agua y el calor de la sala. Aquello debe ser un simulacro del infierno, para que te hagas una idea de lo que Belcebú te tiene reservado por pecar en cantidades industriales. Sin embargo, yo estoy preparada, aguanté perfectamente sentada en esos azulejos sudados, observando la vidriera de colores que recuerda a una hermita y ese olor tan acentuado a caramelos de eucalipto que te penetra por todos los orificios del cuerpo sin cita previa.

En definitiva, una experiencia de dos horitas recomendable para todos los que amen el agua en todos sus movimientos a un precio ajustado a los bolsillos en crisis.

 

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